Alfredo Bikondoa no es un artista convencional. Su trayectoria artística y su decurso vital así lo evidencian. Hubo un momento en su vida en el que comprendió que crear por crear no le interesaba para nada. El ejercicio del arte en sí mismo no resolvía sus grandes interrogantes existenciales. De ahí que abandonara la proyección artística y emprendiera un largo viaje interior que perdura hoy día. Durante casi veinte años profundizó en una búsqueda espiritual que le llevó a la práctica del Zen. Tras esa profunda ascesis retomó el mundo del Arte, pero desde una consciencia superior. Pintar, esculpir ya no eran un objetivo, sino una herramienta, un vehículo de autorrealización, de transmisión.