‘EL CEMENTERIO MARINO – HOMENAJE A PAUL VALÉRY’ EN EL MUSEO DE LA RÍA DE BILBAO
03/04/12 al 10/06/12
‘El cementerio marino’ de Bikondoa recala, en esta ocasión, en el Museo de la Ría de Bilbao, en Bilbao
‘Estética y poética de los abismos’, por Álvaro Bermejo (fragmento)
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Hay algo en la obra de Alfredo Bikondoa que se repite en sus lienzos, en sus esculturas, en sus instalaciones, y sobremanera en los dioramas que componen su Cementerio Marino. Entre estos escenarios de desolación, las ruinas de lo que fuimos, sobrenada un canto dirigido a la conciencia. No, no es precisamente un vals, ni un Dios salve a la Reina. Escuchamos la sinfonía de las profundidades, que se abre con un solo de violín, al que sigue un piano, y luego un coro de ballenas azules, y al fin una luz. Una luz melodiosa, suave, acariciadora. Una luz entre la herrumbre de todo lo que yace en el fondo de nosotros mismos, mientras lo contemplamos, como ahora mismo, desde una tranquilizadora superficie. A salvo. Esta instalación no se comprendería sin ese juego interactivo: visión exterior, desde la superficie, e inevitable inmersión en ese abismo de cristal que nos succiona hasta las raíces de nuestro ser. “¡Se alza el viento!, escribe Valery, “¡Tratemos de vivir!”. Bikondoa nos invita a hacerlo caminando sobre las aguas, sin nostalgia por lo que queda atrás. Sólo esa mirada desnuda que abarca un mundo sumergido, pero también un mar transparente, habitable, casi respirable. El mismo que, según el Génesis, es Promesa, Elección y Alianza, el Origen de Todo. Alfa y Omega, por tanto, Final y Principio, el Cementerio Marino comprende en su poética un análisis bien certero, tanto del mundo actual como del de cada uno de nosotros. Zambullámonos sin miedo en sus aguas profundas, caminemos entre los esqueletos de los grandes trasatlánticos que fuimos. El Titanic y el Nautilus están ahí. Pero también todo el lastre de una vida que durante demasiado tiempo navegó a la deriva. Basta desearlo para que un tiempo nuevo asome sobre la quilla, al fondo del horizonte. Belleza es la palabra mágica. Paul Valery diría que rima con Inocencia. Pronúncialas una sola vez y verás que también es posible respirar en el fondo del mar. Hay vida más allá de la herrumbre sumergida. Hay un cielo nuevo que se anuncia entre las ruinas. Aun severamente dañado por el obús de la crisis, el barco que nos lleva seguirá navegando. “E la nave va”, dijo Federico Fellini. Ya no nos importa el lugar del destino. Después de un naufragio como el nuestro, lo único importante es continuar el viaje. A través de la obra de Alfredo hemos descubierto que los hundimientos, los pecios y las pérdidas, también acreditan una poética insumergible. La estrictamente necesaria para salir a flote de nuevo, y seguir navegando en busca de otro mar que, a fin de cuentas, nunca ha dejado de ser el oscuro y luminoso interior de nosotros mismos.