‘EL CEMENTERIO MARINO – HOMENAJE A PAUL VALÉRY’ DE BIKONDOA EN LA FUNDACIÓN OCEANOGRÁFICA DE GIPUZKOA DE SAN SEBASTIÁN
25/06/08 al 31/12/08
Exposición de Bikondoa ofrecida en el marco de los actos realizados en la Conmemoración del Centenario de la Fundación Oceanográfica de Gipuzkoa de San Sebastián y la re-inauguración de sus renovadas instalaciones, que será presidida por SS MM los Reyes de España y S.A.R. la Princesa Carolina de Mónaco.
Vicente Zaragüeta Lafitte, Presidente de la Fundación Oceanográfica de Gipuzkoa
Es para mi un honor, y un placer como amante de las artes, el poder ofrecerles en primicia absoluta el viaje creativo, a través de El cementerio marino de Valéry, de un gran artista contemporáneo. Las obras que Alfredo Bikondoa ha creado para la ocasión, multidisciplinarias en formas, técnicas y materiales, traducen plásticamente la poética esencial que él ha sabido “ver” más allá de los versos y las metáforas de la obra literaria que las ha inspirado. Sus creaciones nos remiten como espectadores, a una realidad profunda y esencial que nos devuelve una mirada nueva sobre nosotros mismos, haciendo que nos “re-conozcamos” en la percepción de sensaciones, emociones y sentimientos. Es la obra de un artista insólito que, sorprendente en su variedad de lenguajes, ha encontrado su propia y originalísima voz para dirigirse a la sensibilidad contemporánea.
El “viaje” empieza, para nosotros, ahora. Les doy la bienvenida y les invito a compartirlo en un gozoso tránsito.
‘El cementerio marino – Homenaje a Paul Valéry’
Bikondoa conoció desde muy joven el cementerio valeryano. En él profundizó, al igual que en la cultura contemporánea francesa, durante sus prolongadas estancias en el París de finales de los 60 y los 70.
Es, en estos momentos y tras diecisiete años de voluntario silencio artístico inmerso en una búsqueda interior por los caminos del Zen, cuando Bikondoa se reencuentra con El cementerio marino, consciente de las concomitancias asombrosas que se daban entre su propia trayectoria y la del poeta francés. En efecto, -como señala Gustave Cohen, el crítico literario mejor conocedor de la obra y la vida de Valéry,- “… entre 1892 y 1913, fenómeno casi único en la historia literaria, Paul Valéry permaneció en silencio para concentrarse durante veinte años, en la meditación solitaria sobre las transformaciones del alma y las formas de su actividad creadora en estado de vigilia o de sueño, cuyos resultados plasmó, en 1920, en el estremecimiento y en los ritmos de la poética confidencia personal que emerge de los versos de El cementerio marino”.
Como Valéry, Bikondoa, salido de su largo letargo meditativo, renacido y renovado para la acción, busca, necesita expresarse yendo más allá de la apariencia formal, y -de nuevo citando a Cohen- “… sustituir la expresión directa de la imagen, por la expresión de una realidad más profunda a través de imágenes sucesivas y sugestivas nacidas por asociación de ideas”.
Es el momento para Bikondoa de dar vía libre, -en los surcos, las incisiones, las esquirlas, los contrastes cromáticos, los lodos marinos y los ecos metálicos que se generan en su “confrontación física” con los materiales empleados en sus obras-, a “su” expresión de las visiones surgidas de su lectura, atenta y apasionada, de El cementerio marino.